Perderse en una ciudad desonocida es tanto una suerte como un problema.
Europa es ancha y se expande, pero sigue siendo, en algunos aspectos la misma de siempre, compleja de entender para el extranjero, aún cuando se tenga el mismo idioma.
El turista desprevenido se encontrará con decenas de códigos, en las principales ciudades turísticas, que no son comunes entre sí, ni tan siquiera a otras localizaciones.
Los destinos usuales, España, Francia, Italia, cuentan con el mayor número de Turistas con dificultades para la comprensión del movimiento de las ciudades principales.
En Madrid, por ejemplo, la dificultad de las señales indicadoras o su ausencia es una norma.
Se puede notar en los movimientos del metro, donde nubes de turistas siguen señales contradictorias, yendo de un extremo a otro de los laberínticos pasillos, sólo para encontrar una señal que lo enviará al sitio contrario, al mismo del que viene, sin encontrar una lógica común para resolver la dirección a tomar.
En ese sentido, hay personal de los transportes dispuestos a ayudar, aunque hay que tener en cuenta que la ayuda, muchas veces, viene acompañada de las mismas señales que generaron la confusión.
Las palabras izquierda, derecha o derecho pueden tener diversas interpretaciones, mayormente es una precisión que el viajero difícilmente encontrará, ya que los españoles tienden a resolver indicaciones con palabras como acá, allá, ahí, para allá, sin que la dirección tenga algún significado.
Es una forma de comprender el espacio al que por alguna razón entre ellos mismos entienden, aunque reconocen que es confuso, y enigmático para el turista.
Es así que a la hora de llegar a algún lugar, se recomienda salir con mucha antelación bajo la garantía que hará mucho camino repetido y que terminará pasando tantas veces por el mismo lugar que en algún momento sentirá que ha viajado dos veces a Madrid.
Las oficinas de orientación al turista, no es de mucha ayuda en ese sentido, los señalamientos en mapas turísticos muestran espacios incompletos, cuadras faltantes y en la mayoría de los casos distancias que se dilatan a pesar que parece que nos estuviéramos acercando.
La particularidad de los españoles es que nunca contestan lo que preguntas, en la mayoría de los casos no te dejan terminar la pregunta, por lo que la respuesta no es útil, o en caso de lograrlo, la respuesta es una circunvalación de suposiciones y respuestas que confunden más que aclaran.
Es una característica en el trato al que hay que acostumbrarse y que generará una importante inversión en recabar información para orientarse, recibirá una respuesta difícil de clasificar entre chismes, suposiciones, anécdotas y cometarios fuera de contexto del cual extraer la información útil será un motivo especial de preocupación.
Para el turista que tiene poco tiempo y mucho por ver, la situación de orientarse se convierte en un estrés. Estudiar el mapa no sirve de mucho, pues los mapas turísticos son tan ambiguos o incompletos como las indicaciones.
Se comprende un poco por qué las agencias de turismo que resuelven todo para el pasajero, ponerlo, sacarlo, sin pérdida de tiempo o tiempos medidos tengan tanto éxito.
Para el turista que le gusta palpar la ciudad, vivirla como lo hace el ciudadano común, quiere usar los medios de transporte usuales, la situación es otra; perderse es la norma.
En el camino de perderse, se descubre a su vez, gana en situaciones imprevistas, divertidas, descubrir la urbe en vez de recorrer el circuito que ya está guionado por las agencias de viaje es un tour en sí mismo; se adquiere otra percepción de la ciudad y de su gente, se revela una ciudad diferente.
Sin embargo y a pesar de las dificultades, orientarse en una ciudad desconocida es uno de los problemas que se sufren cuando se está transcurriendo, pero que se convierte en anécdota cuando se ha terminado el viaje.
Y lo peor de todo es que para cuando se ha comprendido el código, para cuando ya se han intuido las contradicciones y las normas eclécticas de las respuestas a preguntas, se termina el viaje y es hora de volver.
